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La lección indígena: otro “puente” para la educación ambiental

Gonzalo Posada Viana

(Revista Cardique, noviembre de 2007)

 

 

Para los indígenas Iku (Sierra Nevada de Santa Marta) en la mochila que tejen, cada dibujo grabado puntada a puntada encierra un mensaje que guarda la memoria de su comunidad, como una forma de recrear su historia.

 

Y para los Inga (Putumayo) el chumbe, un tejido elaborado por las mujeres, que hace parte de su vestido, es similar a un escrito de cuatro metros donde se resume el conocimiento de su pueblo.

 

A través del tejido de sus chumbes, mochilas, chinchorros y muchas otras manufacturas, las comunidades indígenas representan su cosmovisión y reconstrucción de su historia, plasman los significados de su existencia y hacen referencia a la comprensión del mundo desde su origen hasta hoy.

Para Olga María Bermúdez Guerrero, socióloga de la Universidad Nacional de Colombia, esa concepción explica la vida como un tejido de múltiples relaciones que se establecen entre los seres que habitan la naturaleza y la manera como cada uno asume y desarrolla su misión o función.

 

En esa relación sociedad-naturaleza se establecen “puentes” que sirven para “destacar y hacer visibles las orillas, percibir el lugar, unir las dos orillas y pasar al otro lado”. Es decir, para reconocer la diversidad y la otredad.

 

Unos de esos “puentes” son El Taita, La Piache y el Mamu, líderes de la comunidad que contribuyen de manera definitiva a la conservación y restablecimiento, en caso de desequilibrio, del orden del ecosistema.  

 

Según Olga María Bermúdez, ese orden se sostiene también en un manejo diferente de los recursos naturales que tiene por fin la previsión hacia el futuro en un tiempo sin límites, y en un concepto de bienestar “diferente del nuestro en cuanto a la acumulación y dominio de los otros y los objetos, pues se centra en el grupo, en la colectividad. Es evidente la valoración del sentido de pertenencia y la construcción de una identidad no sólo personal sino grupal”.

 

Puentes para la educación

Estas conclusiones hacen parte de una investigación etnográfica desarrollada con las etnias Inga, Wayuu y Uitoto, denominada Diálogo de Saberes y Educación Ambiental (2005) y realizada por el equipo de investigación del Instituto de Estudios Ambientales, IDEA, de la Universidad Nacional de Colombia, a cargo de Olga María Bermúdez.

 

De esta investigación se destaca que, además de los soportes para la educación ambiental, como la investigación, participación y coordinación interinstitucional, en la ejecución de un proyecto de educación ambiental deberían establecerse también “puentes” de reconocimiento y entendimiento entre actores, como son el diálogo de saberes, la interculturalidad y las diversas cosmovisiones y formas de manejo de los recursos naturales.

 

El diálogo de saberes tiene en cuenta los conocimientos de las comunidades, la academia y los investigadores, las instituciones y los técnicos, y los aportes de las ciencias.

 

“El aporte fundamental que nos hemos propuesto con este trabajo es el reconocimiento y la valoración de la interculturalidad, la alteridad y la otredad como contribuciones a la paz y a la convivencia, en un mundo permanentemente marcado por la intolerancia, el conflicto y la guerra”.

 

Una nueva cultura ambiental debe sostenerse, indica la investigación, en la valoración y respeto por los otros y por la diversidad cultural; en un cambio educativo que apunte a formar para la vida, y en la educación ambiental y la valoración del diálogo de saberes.

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